Un mundo felizmente infeliz
Era 1997, año en que nací y comencé a percibir el mundo en el intento de comprenderlo. Las condiciones materiales de mi existencia no siempre fueron las mejores, se sentía la diferenciación social no solo con mis amigos, sino también con mis familiares; el aire se sentía raro, los ambientes sociales cambiaban dependiendo quien me cuidaba cuando era pequeño, algunas tías me enseñaron a creer en Dios, y otras a ser educado en diferentes situaciones. Hoy entendí que para sobrevivir en el mundo de la interacción, es necesario esos marcos normativos para el reconocimiento social. También entiendo que la llamada adaptación es una noción ligada a la aceptación de un destino, y que la felicidad es tan subjetiva que aún no se sabe el secreto de una existencia amena. Cada paso por mi vida ha sido un constante aprendizaje, poco a poco he recogido concepciones que se incrustan en mí y mis decisiones, por ejemplo: mi sexualidad, donde se me ha enseñado amar de manera monógama, y que al ser arrojado a mi adolescencia viví la informalidad sexual que me ha lastimado constantemente en cada experiencia íntima, como si esto fuera el estado mundial. Quizás sea al contrario, y la hipnopedia fue tan dura que no me atrevo atentar en contra de mis verdades morales. Me preocupo constantemente por los medios y el fin de esta vida: cada día me siento como un producto que ha pasado por distintas instituciones y aparatos ideológicos que me han construido para ser útil en cualquier momento, ya sea gastando o produciendo, estudiando o trabajando, pero en ninguna me siento viviendo. Poco a poco uno se acerca más a la realidad, y se va perdiendo la felicidad al adentrarse a la responsabilidad, tener que hacer cosas por sobrevivir es en últimas las reglas del orden natural. Ahora que trabajo y estudio me doy cuenta de que he consumido Soma toda mi vida representado en unas simples vacaciones o gustos esporádicos que recargan la energía para poder seguir funcionando. ¿Cómo amar mi destino si va en contra de mi felicidad? Los libros me han hecho cuestionarme cada parte de mi existencia a tal punto que en realidad no sé si lo que siento está sujeto a los marcos normativos éticos y morales o son parte de mi esencia, mi piso ideológico, político y cultural tambalea cada vez que leo y al parecer leer y vivir no me da estabilidad en la realidad. Esto es un pequeño contraste de lo que soy y mi trayecto, cuestionando distintos aspectos y fragmentos de mi vida, cada día me hago distintas preguntas con el fin de encontrar respuestas y dirección ser verdaderamente feliz y no seguir en este mundo felizmente infeliz que me pone pañitos de agua tibia para seguir existiendo en esta estructura que intenta mantener un orden, pero que si más de uno fuera sincero, masivamente diríamos que no estamos cómodos dentro de estas condiciones. Hacer evidente los horrores de la civilización es relevante para poder tomar decisiones que se resistan y vuelvan más sensible la vida misma.
Referencia bibliográfica:
Aldos Huxley. Un mundo feliz. 1932
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